El Santo

Era menester, esta noche, expulsar esta idea de mi mente. Ya no había lugar ya para ella allí, y menos aun en estos tiempos que cambian tan rápido.
Esto, hoy, acá. Salido del insomnio, la bebida y mal armado. Un placer.

El Santo

Me tomé una copa, para reconciliarme con mi sobriedad. Los días me sobrepasaban, pero eso no era nada comparado con mis noches. Noches en las que ese mundo que era hasta recién, dejaba de ser, ahora es otro mundo y se desvanece, frenéticamente, mientras... mientras pasa algo más. Y así lo vi venir, ni con prisa ni paseando, como todo buen pensador del camino.
Era otro ser sobrenatural, de los que solo cruzo yo. Y dijeron que venia por mi. No puedo atribuirme tales hechos, ni tales calidades.

Estaba perdido, y lo vi muy bien ubicado. Lo supe por sus ojos.
Diría que caminaba por la senda errónea, si no fuera porque conocía otras verdades. Nos gusta ver la enfermedad en el remedio de los otros, como una forma enriquecida de la envidia, de la duda, de la cobardía...
Era la decadencia del genio, idealmente materializado.
Pero todo lo que hizo fue funcionar como un espejo. Eso que venia con el era un vida, una imagen, un sentir, que no eran más que el mío.
Yo no me atreví.
No me atreví, pero quise preguntarle sobre esas verdades, esas verdades que iluminan. Esas verdades que cierran ciclos.
El santo las leyó de mi cabeza. O tal vez, nunca lo hizo.
Y lo que vi, no con los ojos, fue revelador.
Sentí la vieja religión golpeando mi pecho. Un techo de estrellas en un lugar perdido.
Y gritos que trataban de decir cosas que no decían.
Castillos de humo, de nubes, de cartas, de sueños.
Quería y no podía. Podía y no sabía. Sabía que quería.

Veo pasar los días al lado de tu ventana
Letras... ¡Ay! Esta noche las letras lucen solo como letras.
Yo pensé que era otro ser sobrenatural, de los que solo cruzo yo. Pero no.
Era como yo.


Post Scriptum: Probablemente esta obra sea ampliada en breve.

Aun lidiando con la comunicación universal

Hoy traigo aquí trocitos, fragmentos olvidados, ideas huérfanas, sobre la comunicación universal, y mis diversos encuentros con ella. Es un mágico juego de la búsqueda del tesoro, que me armó el Cosmos, solo para mí.

23/11/09: En un misterioso estado de entre sueño, con las ondas apenas perturbando en impulsos, y sin estar aun en uso de la razón, sin haber despertado, una mano involuntaria garabateó lo siguiente:

"He llegado a la certeza de la existencia de un lenguaje universal que trasgrede todo tipo de barreras. Se manifiesta como un simple hecho casual, y para quien sabe entenderlo, ese hecho casual se transforma en una gran respuesta, que pidió inconcientemente a la grandeza, al omniciente ser universal que nos lo comunica. Cuando lo captas una vez, entras en un mundo maravilloso de mensajes furtivos con el universo, y te sonries, sabiendo que te entiende, y que no estás solo. Aun no sé si existirá modo de reproducirlo, pero ciertamente, me parece el único modo de saber si allá afuera hay otros."

07/12/09: Sigo aun dandole vueltas al tema. Sigo desperdigando mis fragmentos para que alguien se tome el trabajo de detective recolectando las evidencias. Esta mañana, fue el siguiente:

"El magnetismo etéreo desempeña una parte muy importante en la relación de los sexos. Por lo general pensamos que es sólo física y emocional, no entendemos que también es etérea, y que éste es un factor en extremo valioso y que explica mucho de lo que no puede aclararse de otra manera. El magnetismo etéreo que irradia el hombre no se halla limitado en su manifestación a las verdaderas relaciones físicas; es indudable que allí se encuentra, pero también es irradiado sin intermitencia a baja tensión o frecuencia."

Los cuatro centros del ser ya parecen incompletos cuando se amoldan a relacionarse con otro, después de este fragmento.

"Todos tenemos cuatro elementos: el intelecto, lo emocional, lo sexual y lo corporal. Vivimos en las ideas, las emociones, los deseos y las necesidades."

Lo intelectual, lo emocional, lo sexual y lo corporal. Y el magnetismo etéreo?
Y esa conexión superior que a veces calla otros centros?
No es tal vez la suma, la unificación de los centros?

Tal vez es parte de la comunicación universal. Tal vez los escasos y valiosos casos de magnetismo etéreo sean una simple advertencia sobre la posibilidad de realizarse con alguien, y uno puede llegar a esa dulce certeza, sin siquiera haberlo probado.

No al menos en este mundo.

"Como negarse a la entrega, cuando satisface las necesidades, los deseos, completa las emociones, las ideas, y se encuentra ligado con ese magnetismo etéreo?"

Silencio

Aquí el prólogo de lo que se viene... Veremos qué sale de esto. Las ideas cambiaron bastante, pero siempre es lo mismo. El momento le dará su magia.

Prometía ser un año como cualquiera de los anteriores; triste, miserable, y gris, pero con las aventuras que un mundo moderno seguía prometiendo para todo quien tuviese los ojos, oídos y en general, todos los sentidos y sentimientos abiertos a las nuevas sensaciones. Resumiendo, el mundo seguía siendo el mismo de siempre, el mismo mundo que recorría Verne, y el mismo mundo de la Gran Guerra. El mismo mundo que llamó el Nuevo Mundo a América, donde solo terminaron yaciendo latinos condenados por el resto del mundo.
Es cierto que para ese momento, el concepto de aventura, de osadía, y hasta el mismo significado de límite, se habían transformado en una masa amorfa de palabras sin sentido, dejada fuera de circulación, casi “pasada de moda” como se solía decir en otra época. Aun así, unos pocos aprendimos que no había chistes en su definición, y que ya no hay Hollywood que nos salve de la perdición de presenciar en historias hipotéticas cosas que no cabían antes en nuestra imaginación.
En este momento, y con todo lo sucedido ya procesado en mi cabeza, casi asimilado, ya no me asombra que nuestra búsqueda se haya rebalsado de su contención. Aun ahora, la falta de sustento por parte de los sentidos, algo impensable y terrible en otras épocas para quienes no lo sufrían, pasa casi inadvertido, y al contrario de lo que suponía, la humanidad, una vez más, ha demostrado superarse a sí misma de su propia insania, respondiendo aceptablemente al plan macabro con que la naturaleza pensaba enseñarnos una lección. El hombre no aprenderá la lección. Nunca. Solo se adaptará como el bueno de Darwin advierte en su estudio, y será tontamente feliz, creyéndose de espíritu elevado por su evolución, sin aceptarse como un animal más.
Pero no es del desprecio de una pobre funcionaria del Estado hacia la humanidad de lo que trata esta carta, a ella destinada. En este momento, sentada frente a una vieja máquina de escribir, instrumento que casi no suele verse, me contento con saber que algún interesado sabrá el motivo de mi muerte. Es una máquina más o menos grande, algo incómoda si se quiere, para quien está acostumbrado al teclado de una portátil, por la altura y la posición de las letras. Que utilice un instrumento tan obsoleto, que completa el hermoso cuadro de mi futura muerte, con estos pequeños elementos pintorescos y significativos, tiene su triste explicación. El terrible ruido que produce al presionar sus teclas, duras, y generalmente frías, como un disparo, que deja su tatuaje de pólvora en forma de letra entintada sobre una inocente hoja de papel blanca. Un disparo tras otro forman las palabras a simple vista frente a uno, que cuida no equivocarse, y que al cabo de un rato produce un terrible dolor de cabeza producto del golpeteo. Ese es el motivo. Ese sonido es casi un símbolo de lo que la humanidad ha perdido a este punto. Produce un inquieto remover en mi memoria, un profundo dolor dentro, como cuando recordamos a alguien que ya no está entre los vivos.
La historia fue trágica, si me permiten volver sobre el tema que todos parecen haber olvidado. Los únicos que tuvieron en sus manos nuestros destinos, desde tiempos tempranos, no fueron ni los dioses, ni los gobernantes, ni nosotros mismos. Nuestra miserable existencia siempre estuvo sujeta a los enfermos juegos de la ciencia. Siempre fuimos tontos muñecos de lo que la ciencia quiso hacer con nosotros, desde permitirnos romper nuestras barreras espaciales, dándonos vehículos y construcciones, hasta llegar a obligarnos a pensar lo que querían, haciéndonos permanecer en nuestros hogares con nuestros aparatos, ¡oh!, tan necesarios y suplentes de nuestras faltas.
No digo en ningún momento que sea la culpable de todas nuestras miserias, ni justifico el carácter de por sí enfermizo del hombre en base a ella; excepto a veces, en los días en que, tan fatalista, se me ocurre que sí es así. Pero es algo que nadie puede refutarme, porque no sabemos que hubiese sido de nosotros sin la ciencia, y si queremos decir más, no sabemos siquiera si no es parte del desarrollo propio del hombre. No se sabe de casi nada que el hombre pueda hacer sin ella. Al menos ese es mi pensamiento. Solo se me ocurre una serie de cosas que ya casi no hacen relevancia en nuestra mente: besar, abrazarse, sentir, cerrar los ojos de cara al sol, entregarse a la tibieza y a la brisa sobre la piel.
Son las pequeñas cosas de la vida que no perdieron sus grandes significados aquellas que prevalecen y perduran más allá de las vicisitudes.

M~

Agitación

Comienza como una vaga agitación. Y pensamientos que se agolpan. Imágenes; son las peores. Son los peores porque la nitidez y la claridad mental hacen que se vean casi reales.
Mensajes, pensamientos perdidos, posibles conclusiones, que trato de unir a hechos, que trato de conectar y establecer como partes de una advertencia, como tratando de arrancarlos mientras se aferran para permanecer en el inconciente.
Y el más claro de esos mensajes, es llamativo, es peculiar, es extraño.
Me dice que no piense.
Que no mire consecuencias, ideas, imágenes.
Me pide que mate mi esencia.
Mi esencia, que no deja de aparecer en cada cadena de pensamientos que me digno a seguir. Una y otra vez poniéndose en duda, en tela de juicio; una y otra vez trayendo otra vez y una más la agitación inicial. Esta vez la agitación se traduce en angustia, en esa incertidumbre. Asesina. Esa incertidumbre pasa a ansiedad, y eso se extrema, tal vez hasta la abstinencia. La abstinencia por hacer funcionar el aparato de mi mente hasta su máxima expresión, y poder salirme del cuerpo y ser idea. Y mientras tanto, nuevamente la agitación, y angustia, incertidumbre, ansiedad, abstinencia; como un animal encerrado.
Miro las paredes, miro los relojes, miro los objetos, nada me dice nada. Afuera, hay piletas de sol en el pasto, a través de los árboles, pero solo logran aumentar algo que ya roza la desesperación.
Y llega la amarga risa del cinismo. Todo se tiñe de la negatividad usual. Todo queda en el desasosiego. Por un momento quedo vacía, de un vacío agrio; pero mi desazón tiene poca profundidad, y el tumulto de ideas y sentimientos rebalsa, lo abandona, me abandona solo por un segundo, y vuelve como si nada. Agitación, angustia, ya saben el resto.
La mente, la abstinencia me está matando el cuerpo. Y recuerdo el mensaje: “No pensar, no pensar, no pensar”, y lo repito como una fórmula mágica. Pero no. No se puede.
Y en cuanto niego la imposibilidad de pensar perdida en colores y formas, los pensamientos se vuelven claros, como si se abriera una enorme puerta y entraran en tropel desde vaya uno a saber dónde.
¿De dónde saliste?
¿Por qué, cómo, dónde?... ¿Quién sos?
No quiero resignar y comenzar la cura a esto. Mi cuerpo aun aguanta. Pero, ¡la agitación! El factor clave. Solo desaparece con unas cuantas horas de eso que entregas.
Casi me siento una adicta; perdí ese control; o no quiero tenerlo…
No sé. ¿Quién sos?
Sí. Vos.

La culpa

Sigo rescatando del pasado todos los mensajes que no pude decifrar. Sigo rescatando del pasado las bases enclenques de un Yo desarrollado. Sigo rescatando del pasado sorpresas para el presente.
Hoy dije que la culpa es una negación. Instantaneamente vinieron a mi cabeza estas palabras de un pasado:

"La culpa. La culpa a uno lo ahoga, apretando cada vena del cuello, llenando esos espacios vacíos con ese sentimiento que, alimentándose con el rumor del engaño, la mentira, la soledad, y demás malas sensaciones, hace que uno entierre sueños, propósitos y metas con un epitafio que siempre delata nuestro estado neutro que nos mantiene, no complacidos, pero bastante conformes, lo que hace que pidamos más y al hacerlo nos tapemos la boca, dejando que esos gritos sean oídos solo por las personas más cercanas, o simplemente, que sean mudos al mundo, y a veces, mudos hasta para nosotros mismos.
Ahora, ¿que clase de conformismo hace que enterremos las nuevas sensaciones, si cuando les caminamos por encima, una vez que creemos haber terminado el trabajo, nos maldecimos por no ser lo suficientemente valerosos de haberlas enfrentado?, ¿eso es conformarse?.
Yo creo que en ese estado, cuando uno camina sobre la tumba del deseo, la culpa es aun peor, porque uno no se siente mal por otro, no ha lastimado a otro, no ha engañado a otro, se esta sintiendo mal, se esta engañando y lastimándose... a uno mismo.
No se puede comparar la culpa de dejar un estado que parecía ser perfecto con un poco de paciencia, a la culpa que se siente cuando uno abandona una creación de la imaginación, en combinación con la mente relacional, como podría ser un deseo, o una imagen nueva.
Simplemente, uno se ahoga de todas formas... pero a mi parecer, es por etapas.
Uno se siente bien al principio por haberse realizado, por haber sido fuerte y osado, por haber probado algo nuevo, y haber dado un paso adelante; luego se siente culpable, casi siempre sumido en oscuridad y soledad, con el corazón blando, por aquello que dejó.
Pero creo que las cosas pasan, y cuando algo damos por terminado, es por alguna razón, y todo lo que nos rodea, nos acompaña, hasta nuestro mismo aire, se vuelve más dulce. No podemos lamentarnos eternamente las pequeñas o grandes cosas que en nuestra vida pasan, y simplemente pasan y se van frente a nuestros ojos. A veces la vida es demasiado corta para hacerlo. Otras, es tan larga y tediosa mientras uno se lamenta. Y ahí la pregunta es: ¿vale la pena?, ¿valió la pena?.

Aun no deja de brillar su mirada en mi cabeza. El recuerdo del momento en el que nos mecíamos, sobre el suelo, sobre el agua, en el aire, no recuerdo. Su mirada clavada en la mía, sus ojos brillantes indicándome cada movimientos, llevándome hacia donde quería, guiándome con solo mirarme. El brillo de sus ojos en el que me concentraba para que ese momento terminara siendo lo que ahora es. Un recuerdo patente de algo maravilloso que, aunque duro unos segundos, durará hasta que mi cuerpo aguante este último respiro.
Mis manos están frías porque las suyas lo estaban, mientras me mecían, mientras me acompañaba, mientras rozaba mis mejillas.
Y solo fue un encuentro fugaz, con la realidad, con mi realidad, que vino a mostrarme que por más que sea realidad, no deja de ser tan hermosa como mi fantasía, la ilusión latente en la que vivo sumida, con mi subconsciente como cómplice.
Y ahora tengo el valor de sonreír, sabiendo que no tengo miedo de cambiar el rumbo; sonrío ahora que tengo alternativa, y que sé que soy capaz de seguir un deseo, y enterrar un pasado.
Y aún así, a pesar de mi valor, a pesar de sus ojos clavados en mí, y a pesar de enfrentar la culpa, tengo miedo, y por momentos el miedo hace que me esconda, y que no sea yo.
Mis ojos ahora brillan, porque sus ojos brillaron en ese momento.
Mis manos están ahora frías, porque sus manos estuvieron frías mientras me rozó.
Mi rostro sonríe, porque el sonrió mientras estaba conmigo.
Y estoy detrás de mi mascara, porque el estuvo detrás de la suya también."

Escrito en Octubre de 2004

M~

Preguntas

Siempre he dicho, aceptado la ingenuidad en mi. Es en esa misma ingenuidad en la que me permito sorprenderme hoy. Encuentro este fragmento, escrito para un ser que yo vi desesperado, confundido, sórdido y rodeado de un desazón conflictivo curioso que me llamó terriblemente la atención. Siempre la misma en mi; atenta a esas singularidades de la vida, a esas almas distinguidas. Pero lo que me permite hoy sentirme asombrada e ingenua, es el haberlo releído, haberme hundido en las palabras y haber encontrado a nuevas personas en él. Haber encontrado nuevos ojos allí, y el oscuro recuerdo de nuevas y pasadas situaciones. Me permite sacar conclusiones. Mi asombro por las almas atormentadas es siempre el mismo; puedo pararme un paso por detras y ver los ciclos pasar, como espectadora de mi propia vida. En mi ingenuidad, puedo creer que nadie es responsable de todo esto. En mi ingenuidad, estoy evolucionando.

Preguntas

Preguntas… Y vuelves a preguntar… Y no entiendes, y piensas, y miras; piensas de nuevo. Me miras.

Sé que estás encerrado en una cárcel, que no puedes salir. Que tus dedos sangran mientras tratas de tocarme, mientras estoy fuera de tu alcance. Sé que te duelen los brazos de golpear una y otra vez la delgada capa que nos separa. En vano… No va a romperse.

Puedo ver tus lágrimas, débiles, pero notorias para mí. Aun así, guardas tu imagen para que no advierta tu flaqueza. Tus labios se mueven, dándome una respuesta, aunque sabes que no puedo oírte. Y surge la ira en tus ojos. Esa furia producto de la vulnerabilidad, de la desesperación, de la falta de respuestas.

Duele verte así…

Sé que en mí no conseguirás ni respuestas ni consuelo, aunque es todo lo que quisiera darte. No me agrada la idea de no poder curarte. Solo estoy aquí, con un montón de tontos pensamientos, y todo mi repertorio de tontas palabras sin sentido, que de todos modos no conseguirán expresar lo que quiero, ni conseguirán ser oídas.

Sé que ves a través de mí lo que otros no ven. Sé que no ves mi altanería, y mi desagrado por la hipocresía de mi situación. Conoces mis heridas y eso me vuelve más vulnerable. Y sabes que odio eso. Sé que odias verme así, y que sufres por verme esforzarme por ocultarlo.

~

Pregunto… Y vuelvo a preguntar… Y no entiendo, y pienso, y miro; pienso de nuevo. Te miro.

Estás tan sola… Un orgullo y un carácter cómo el tuyo, doblegados; no produce satisfacción sino dolor al espectador, casi como un pequeño animal herido.

Te veo débil. Tus pequeños brazos están cansados de golpear y de desgarrar tu cárcel. No te equivocas, también quiero llegar tocarte, y también trato en vano de hacer pedazos lo que nos separa. Lo sé, a pesar de que ni una sola palabra ha salido de nuestros labios.

Trato de hablarte, aunque sé que no me escuchas. No estás sola, es solo eso lo que digo. Quiero que lo sepas, y verlo reflejado en tus ojos.

Sé que no quieres verme con los ojos encendidos, con malos pensamientos… solo quiero abrazarte. Es el vacío que te envuelve, que me envuelve, que no puede reemplazarse. Y se refleja en el odio que produce mi incapacidad de actuar.

Veo tus lágrimas, abriendo surcos en tus lindas mejillas. Has perdido el color, la sonrisa, el brillo, para yacer casi como un cadáver, sin poder moverte. Tus ojos están hundidos, cansados de llorar y suplicar, pero mantienen la fuerte convicción reflejada en ellos, y toda tu entereza. Una dignidad inquebrantable, que me mira, apiadándose de mí.

Sé que crees que quien está encerrado soy yo…

No puedo contradecirte.

Trébol de Cuatro Hojas

Dedicado a un misterioso amigo, que provocó mi orgullo trayendome mi propia negación a escribir sobre el absurdo, la suerte y la tragedia.

(Mis dedicatorias casi parecen de libro de verdad...)

Esta es la historia de Marleen.
Marleen era una mujer de 30 años, con una suerte desfavorable. Estaba sola, a excepción de su novio… que acababa de dejarla. Tenía un gran trabajo… de la que acababan de despedirla. No tenía hijos, ni familia; vivía en un departamento diminuto, con una amiga… que acababa de mudarse.
Marleen conservaba la calma. Después de todo… al menos estaba viva, sana, en una pieza. Pero el resto de sus conocidos no estaba de acuerdo con esto, o al menos, no convenían lo mismo sobre su esfera mental.
Ya resignada, sin pelear demasiado, salió ese frustrante día de la casa de su, ahora ex, novio, para posar instantáneamente su vista, en el odioso ficus de su puerta. Era despreciable, y hasta pensó en descargar sus sentimientos negativos con el arbolito. Simplemente lo fulminó con la mirada, pensando en lo infantil que se vería en ese momento.
Pero algo llamo su atención.
En la húmeda tierra, ya que el condenado arbusto estaba mejor cuidado que ella misma, vio una pintita verde, casi llamándola.
Era un trébol de cuatro hojas.
Lo metió en su bolsillo, sintiéndose afortunada, y siguió su camino.
Luego de caminar unas cuadras, en las cuales su mente la había castigado con la terrible sentencia de estar definitivamente sola, se le ocurrió llamar a alguien. Revisó sus contactos en su teléfono… La mayoría de la gente solo pondría una tonta excusa. Excepto una persona…
-John, me voy a morir.- dijo llorosa al teléfono, diez minutos después.
No hubo respuesta del otro lado.
-Vamos… mi ex esposo no puede darme vuelta la cara cuando estoy por morir…
-Marleen, todos sabemos que no vas a morir… otra vez.
-¿Por favor?
Su interlocutor colgó. Eso, sabía ella muy bien, era un sí. Prefería no asumir su derrota, y por eso él siempre colgaba.
Durante el resto del día, preparó algunas cosas en un bolso, y se dispuso a tomar un avión para ir a verlo.

~ • ~

Despertó bruscamente. Estaba en el avión aun, y alguien tiraba de sus brazos de un modo poco gentil. Su vista estaba nublada, y los sonidos se oían distorsionados. Su mente tenía cierta claridad, que le permitía pensar que era muy mala idea tomar pastillas para dormir en un viaje de hora y media.
Trató de seguir la dirección en la que la tironeaba, y su frente golpeó fuertemente, con sonido hueco, contra algo frente a ella.
Y todo se volvió claro.
Había fuego. Gente desesperada.
Solo puedo pensar una cosa, y no fue la más inteligente. “Odio la gente llorando desesperada”
Se vio liberada de los tirones, y trató de moverse para salir, como todo el mundo, pero en un misterioso humor pacífico.
Una vez que logró salir fuera, vio el caos. La gente sollozaba en la pista, abrazándose. Había bomberos, ambulancias, cámaras, todo tipo de cosas que se ven en los accidentes de las películas.
Una mujer joven se acercó y le preguntó si estaba herida. Se miró, y a pesar de que era un desastre, le dijo que estaba bien, solo un poco sacudida.
Tras de ella se acercó un hombre, con aspecto de policía, pidiéndole una identificación. Buscó en sus bolsillos, entregándole una cédula.
-Tiene suerte de estar viva, señora. El incendio comenzó cerca de su asiento.
Estuvo a punto de levantar la cabeza para replicar, pero lo que encontró en su mano la mantuvo en silencio.
Allí estaba su trébol, con una de sus simpáticas hojitas separada, y aplastada.

~ • ~

Encontró a John en el aeropuerto. Seguramente, él había ido a presenciar su muerte. Oh, no, él tampoco tenía suerte.
-Te dije que iba a morir.
-Estás hablando, no estás muerta.
-¡Pero perdí mis cosas!
-Eso es definitivamente muy distinto a estar muerta.
John no habló más. Solo escuchó la seguidilla de maldiciones en varias lenguas, con una sonrisa resignada.
Después un rato, Marleen decidió callar. Se acurrucó en su asiento, para calmarse. Mas no bien se acomodó, pudo ver claramente la escena.
Ese día, no estaba hecho para que sus asuntos vayan bien. Había sabido desde la mañana, que no debía levantarse. Nada hubiese pasado.
Transcurría todo en una enferma cámara lenta, que le mostraba con detalle, casi provocadoramente, los siguientes acontecimientos.
Vio muy simple, frente a sus ojos, los hechos. Era el momento para una acción de su parte, o confiar en… el azar que la salvara de un nuevo accidente.
No podía quedarse solo mirando, aunque fuese increíblemente hipnotizante.
Tomó aire, y con un movimiento inesperadamente ágil, le arrebató el volante a John, haciendo una brusca maniobra que dejó una columna enterrada en la trompa del auto. La camioneta que ella vio aproximarse, congelándola unos segundos eternos, para luego hacerla reaccionar, se estrelló contra el costado de la parte trasera del auto, para luego dar en el frente de un edificio.
Hubo un largo minuto de silencio.
John le preguntó si estaba bien, y solo se limitó a asentir, y maldecir en voz baja.
Después de unos minutos, en los que no se atrevió a moverse, se dio cuenta que estaba tensionando todos los músculos de su cuerpo, así que trató de relajarse.
Pero el destino, ese día, no iba a dejarla en paz. Entre sus dedos, en su puño apretado con fuerza, vio el delicado borde verde de una hoja. Había presionado tan fuerte en su puño el trébol, sin darse cuenta, que otra hoja se había desprendido, arrancada por sus dedos.
Eso la mantuvo calma mientras todo el escenario se desarrollaba, y a sus ojos, eso sucedió con una velocidad increíble.
Podía ver la gente caminando, autos yendo y viniendo, policías, ambulancias, otra vez, pero ahora como en una cámara acelerada.
Después de algunas horas, terriblemente exhausta, pudieron alcanzarlos hasta la casa de John.

~ • ~

El edificio, la gente, todo seguía igual.
La casa de John había sido también su casa hace 5 años. Y en 5 años, nada había cambiado.
Le pidió una manta, negó todos los ofrecimientos de comida, y se hizo un ovillo sobre el sillón.
Cayó dormida al instante, después todo el movimiento del día. Quería paz. Era algo precioso en ese momento. Quería dejar de sufrir cosas, de que bombardeen su cerebro. Y pudo cerrar los ojos con una leve sonrisa, sintiendo cierta rara seguridad, al estar cerca de John.
Sus sueños fueron extraños. Su cerebro seguía trabajando a velocidades variables, aun mientras dormía. Por momento repetía hechos de su caótico día al doble de velocidad, y cambiaba bruscamente a imágenes lentas, distorsionadas, con sonidos huecos y fantasmales.
En sus sueños, se preguntó qué estaba mal con ella.
En sus sueños, se alegró de estar cerca de John.
Pero despertó, una vez más, violentamente. Se sintió mareada, y sacudida. Había alguna clase de olor nauseabundo, que no llegaba a ser un aroma.
Trató de incorporarse, pero solo logró golpearse, y caer al suelo.
Permaneció un momento allí, preguntándose si esta vez sí iba a morir. Se miró a si misma, aun vestida, arrugada, arruinada, y suspiró. Sintió un miedo indescifrable.
Durante unos segundos estuvo inmóvil, mientras todo se hacía más turbio, y le costaba respirar.
Un instinto hizo que metiera su mano en el bolsillo. Vio, contrastando con su piel, las dos hojas de su trébol maltrecho.
No se sentía capaz de moverse mucho, así que dejó caer la mano sobre su cara, y se comió uno de las hojas restantes.
Inmediatamente, un grito, un poco ahogado, salió de su garganta.
Minutos después, todo se removía a su alrededor de nuevo, cubierto por una espesa niebla, que parecía afectar también a los sonidos.
En medio de este estupor, vio a John, sobre ella, tratando de decirle algo. Su alrededor se movió bruscamente, y quiso vomitar. Pero la brisa fresca, y las luces de la ciudad, se lo impidieron, y le dieron un asomo de claridad nuevamente. El perfil de la ciudad se delineó frente a sus ojos.
Se hallaba frente a la ventana abierta, y John, en su espalda, le decía que ya estaba todo bien, que ella los había salvado de la fuga de gas.

~ • ~

Todo eso no podía estar pasando.
Miró al horizonte; los edificios iluminados en plena noche. La ciudad resplandeciente.
No fue capaz de salir de la ventana. La brisa fresca era su apoyo vital, y de todos modos, se hallaba en esa especie de trance posterior al shock.
El sabor amargo de su boca se hizo más notorio, cuando recordó haberse comido parte de su trébol.
Lo quitó de entre sus labios, y lo arrojó al viento.
En su mano, solo quedaba un pequeño tronquito y una hoja.
Era todo lo que necesitaba para regresar a casa.
Se volvió a la habitación, y vio a John dormido. Veló su sueño durante unos minutos, y le agradeció muchas veces.
No podía quedarse, y seguir maldiciéndolo.
No podía quedarse y seguir teniendo accidentes.
Había que ponerse los pantalones de la vida y enfrentarlo todo.
Con esa decisión, ni bien salió el sol, tomó los restos de su trébol y las pocas cosas que le quedaban en sus bolsillos, y salió.
Cruzó la calle sin problemas, y caminó las pocas cuadras que la separaban de la estación del subte que la acercaría a la terminal de ómnibus sin problemas.
Con las pocas monedas que le quedaban, compró una tarjeta de un pasaje y la puso en su bolsillo. Caminó los pasillos eternos de esas sórdidas estaciones subterráneas con algo de nerviosismo. Hasta el momento, todo iba bien. Su paranoia incluso la mantenía distraída de la cantidad de gente que tomaba el subte a esa hora para ir a sus trabajos. No maldijo.
Sacó la tarjeta del bolsillo, pasó el molinillo.
Se oyó el sonido del coche aproximándose por el túnel oscuro, y la gente comenzó a moverse, impaciente.
Su pie chocó contra algo, y perdió la estabilidad. El suelo pareció más lejano de lo que esperaba, y lo entendió cuando vio los pies del resto un metro por sobre su cabeza, y las luces de la máquina horriblemente cerca. Metió la mano en su bolsillo, buscándolo.
Fue lo último que hizo.

La hoja yacía debajo del molinillo, que había pasado varios minutos antes.

Deseos

Vaya uno a saber, a esta altura de la vida, de la memoria y del mundo, en qué habre estado pensando cuando escribí esto. De todos modos, no puedo dejar de notar lo frenético y desesperado que se torna, como un remolino de locura.
En fin, se nota que hace tiempo estoy bastante loca...

A veces deseo tantas cosas que me abrumo. Quisiera hacer, quisiera ser, quisiera sentir, quisiera desear, quisiera poder, quisiera querer, quisiera desear.
Inútil… Solo voy a lograr ser lo que soy, y un poco más que se puede llegar a lograr alimentando la insanía de una mente con problemas de entendimiento tal vez, o con problemas para aceptar ciertas oscuras y no tan claras realidades. Y al fin y al cabo digo: “Si acepto la realidad, si acepto lo que es, es un poco de conformismo también”. Es la disminución de un mundo adyacente conservado y comprimido en mi cabeza a la simple y aburrida admisión de que no es realidad. Si acepto la realidad, estoy siendo conformista, estoy diciendo que eso es lo que hay para nosotros, ni más ni menos, matando posibilidades, matando oportunidades, y matando mi maliciosa imaginación, que lucha todas las mañanas conmigo, como la oscuridad con el sol para no dejarlo amanecer. Lucha contra mí, sabiendo que su aliada, la voluntad, no está respondiendo, no está siendo de ayuda; es una sucia rata espía, que se dice su aliada para dejarla sola cuando la imaginación más la necesita. Y una vez más tendría que decir sobre mi mentirosa voluntad, que es lo que hay, pero una vez más caemos en el conformismo.
El conformismo está en todos lados, y así somos, y así seremos, siempre teniendo que aceptar alguna mañosa y sucia premisa, siempre hay una trampa, siempre hay una trampa, siempre hay una trampa.
Estoy quedándome sola, estoy volviéndome loca, estoy desesperando, o al menos una vez cada 23 minutos sucede, y por los restantes 7 minutos siento devenir el mundo en una cosa viscosa y enferma, hasta completar mi media hora y volver a una sencilla pero incierta sanidad, o al menos una simple tranquilidad por los siguientes 23 minutos, y así soy un reloj más, tic-tac, tic-tac, y tampoco puedo escapar a eso, aunque no me resigne, aunque me resista, aunque no me conforme, aunque quiera ignorar.
Y así volvemos, apretando los ojos, sintiendo nauseas, por el vertiginosos espiral que hace nuevamente que desee muchas cosas y me abrume en mi misma, para terminar pensando que todo esto tiene algo que ver con lo que siento, y allí se pierde mi mente y me olvido de expresar.

22-09-08

Aun sin nombre... Una pena.

No hay mucha presentación para esto. Solo un agradecimiento, a un hombre especial, por las aventuras vividas en el pasado.

Despertó con su peso en el pecho, sintiendo su humedad, y con la respiración caliente pero armonizada en el cuello. Se sintió molesto; no era su comodidad, y vio todo su cabello dulcemente esparcido sobre su pecho, y no le produjo ni la más mínima sensación, en un principio.

La ola de pensamientos había vuelto, sin ser del todo bien recibida. ¿Vendría la depresión, la sensación de que había cometido un error? ¿Vendría la artillería de recuerdos punzantes? Solo se reflejó el largo y moreno cuerpo que yacía sobre él en sus ojos acuosos.

Había conocido a esa testaruda niña hacía un par de semanas, y había tratado de ignorarla a pesar de su encanto. Parecía totalmente ajena a la crueldad y al gris mundo.
Su complicada línea de pensamiento no entendía a veces de qué se reía, y tal vez no creía en todas sus tontas palabras. En el fondo, casi la odiaba por ser tan vivaz, y envidiaba su felicidad, como se envidia algo que pocas personas pueden tener, y más aun, conservar.
Pequeña, gritona, desalineada… Era a quien nunca habría prestado atención. La había visto tomando una gaseosa en la barra del bar que solía frecuentar cuando estaba desanimado; allí, echado cómodamente en el sillón de cuero rojo, con las luces bajas relajándole los ojos, y un whiskey con hielo en la mano, se sentía en su pequeño y momentáneo paraíso perfecto.
Ella había llegado a preguntar si estaba solo, y por qué estaba solo, si su novia lo había dejado y si estaba triste. No solo no se callaba, sino que no tenía nada de tacto.
Pero era muy bella. Tal vez una nueva chica para su colección; pero dudo de sus capacidades.

Después de un rato se mostró a sí misma como una gran observadora, y permaneció callada mientras él contestaba a sus preguntas, y entablaba una agria pero fluida conversación; pero esto no salió a la luz de su mente hasta el otro día, mientras miraba, sintiéndose desgraciado, el monitor de su portátil, y un cursos titilante que lo acusaba de no estar listo para empezar a tipear. No sabía si había sido lo correcto, pero simplemente había terminado su whiskey aguado de un trago, de parado y se había ido, sin decir más, esfumándose más allá de la esquina, entre la niebla de la madrugada. En eso había terminado su noche, y lo único que había dejado atrás, según creía, había sido un dolor de cabeza.
Se equivocaba.

La volvió a ver al tiempo, en el mismo bar. Esta vez, él la miraba de reojo, mientras ella tomaba su gaseosa en el sillón, con los ojos brillantes perdidos en la penumbra. Él desviaba su mente y sus palabras hacia ella, volviéndose más silencioso, y hundiéndose más en sus propias sombras, mientras sus amigos, uno a uno se iban yendo.
Otra vez sumido en sus sombras, su soledad, y su sinfín de resentimientos hacia su propia vida. Todo fue como siempre había sido, como siempre en sus remolinos de alcohol, lágrimas, sangre y veneno. Hasta que sintió las dos pequeñas manos entre los pliegues de su camisa, y una voz dulce y somnolienta preguntando si estaba ocupado, otra vez, si estaba solo, si se podía quedar con él.
Y se quedó con ella.

Y ahí estaba, sintiendo su piel suave, más suave que la de cualquiera de las mujeres que recordara. Su calor, sin ser abrasante, lo abrazaba. Su humedad le recordaba una completa variedad de fantasías que le había dejado cumplir, y que con gusto le había regalado. Sus cabellos no hacían más que recordarle una belleza y una inocencia que él había perdido, que ahora lo seducía en su reflejo en ella. Su respiración pausada, acompasada seguía los latidos de su corazón, y no entendía si era todo un truco.

No necesitaba nada más.
Ella podría llenar los vacíos.

Sonatina

Esta es una pequeña hija mía, muy querida, a la que he llevado de concurso en concurso, de lectura en lectura, y tiene sus bonitos galardones, y la suerte de estar lindamente publicado.
Más allá de sus honores, le tengo mucho cariño. Gracias Ruben Darío.

Sonatina

La princesa está triste,
¿qué tendrá la princesa?
¿Algún profano pensamiento
sucumbió su letargo,
su calma críptica seductora,
sus frías manos filosas?
El sueño etéreo de su edén,
la magnificencia de su ilusión,
la albura efímera de su alma de océano,
¿habrá sido todo eso destrozado?
La princesa está triste,
sus ojos y sus labios lo denotan.
Los efluvios de sus ojos perturbados que inquieren,
y hasta el mismo aire la observa
sin saber si llenarla,
o llamar a la blanca muerte
a que acalle su ominosa pena.
Esos labios de arena y sal
que prohíben salir palabra alguna;
labios que robó al océano;
labios que ningún humano osaría besar.
La princesa está triste,
ve su monótono mundo perfecto quebrantado.
La realidad la envuelve, la llena, la ahoga,
y busca los brazos que siempre la contuvieron;
el pecho firme, el hombro húmedo de lagrimas.
La princesa ya no está triste,
su señor, su dueño, los ojos que la observan, están cerca...
...y a la vez tan lejos...
lejos... lejos de ser solo su ilusión.

Viejos pergaminos para un alma desorientada

Esta noche regreso a mi hogar, entre volutas de humo y gotas de lluvia perdidas, y un gran amigo mío, sorprendido y atacado por el día, me dijo:
"Marla, encontré un laberinto de ideas, un mundo entero, brumoso, que silencia el mundo real y me transporta"
Yo sentí que describian mi hogar. Pero conozco sus peligros.
Recordé la época en la que comenzaba a explorarlo, y encontré en mi vieja bitácora, estas palabras:

Encerrada

Una vez más me hundo en los más insondables pozos de mi mente, a buscar motivos, razones, algo que me explique porqué, algo que me justifique esta horrible enfermedad de la memoria que tiene por síntomas la melancolía, la remembranza, el remordimiento, la culpa, la confusión.
“Son cosas de la vida”, “Todos tenemos problemas” Ah… es a veces tan deliciosa la agonía de los recuerdos, que no puedo entender a las personas que se contentan con eso. Sí, es cierto que todos tenemos problemas; gracias a ellos, o, mejor digamos, es por ellos por los que todos tenemos ese gustito raramente dulce de la desilusión, del desencanto.
Se podría decir que cada éter de ese no se qué en nosotros forma una ilusoria bestia enorme, triste, que actúa de motor para que las demás ilusiones, sueños e incluso, una porción de felicidad se mantengan en movimiento. Esto no es más que una platónica forma de explicar por qué caprichosamente, cuando perdemos una ilusión nos aferramos a otra con más fuerza, o nos refugiamos en los brazos de alguien que hace nacer una nueva, sea un sueño de cambio, una ilusión de amor, o simplemente, una esperanza para seguir con vida.
Así que pues, por más pequeño e inofensivo, o enorme y agresivo pedazo de nuestro mundo que enviemos a la bestia, recibiremos siempre tontas nuevas esperanzas, que maduraran y serán reales, o caerán en el olvido, pero que harán que nuestro pequeño no sé qué actúe en su ciclo, casi como los latidos de nuestro corazón, con una pequeña explosión y un silencio, una pequeña explosión y un silencio, explosión, silencio…
Siempre me dio curiosidad intentar comprobar qué pasaría si se rompe el ciclo, pero me rehúso a probarlo, porque existe en mí el leve presentimiento que el resultado se llame suicidio.
En mi vida pasó algo curioso. Supongo que algún karma, algún genio astral actuó sobre mí y me hizo feliz. Terrible, supongo. No es que sea malo ser feliz, pero después del monologo sobre la bestia, se entenderá que no es bueno ser “del todo” feliz. Se puede ser muy feliz igual, pero por algo tenemos memoria. Y si no tuviéramos memoria, allí residiría el drama; no es fácil asimilar una realidad tan fría, tan fáctica, como esta. Pero en fin, no se puede y ya. Uno se vuelve un autómata de los buenos pensamientos y recae, simplemente porque su mente corre desesperada en círculos buscando algo que analizar, algo con qué entretenerse y, automáticamente, solito vuelve el drama. Hay que remitirse, para los escépticos, a los simples temas que pasan por nuestra mente antes de dormir; sí, podemos pensar “qué felices somos”, pero no durante horas, como los melancólicos, que anhelamos otras cosas, no como codicia, sino, como próxima meta, o como entretenimiento; somos personas extrañas. O como los reales codiciosos, que como ya subieron un escalón, piensan en una forma para llegar más rápido al que está diez más arriba. Horas de actividad mental que nos nutren de fuerzas que cada día nos llevan a hacer cosas con real entusiasmo. No nos conformamos con ser felices. ¿Será que soy una aburrida de la vida? Es cierto que me aburro fácilmente. Y estaba en esa parte de mi relato. Fui feliz, y me aburrí. Y forjé, a fuerza de ratos de insomnio una pequeña cárcel; usé todos esos recuerdos para revestir mi nuevo habitáculo. Y me encerré. Ciertamente, desde aquí, ver los procesos de la mente en cuanto a sentimientos negativos, es toda una experiencia. Cree en ella un estado de emergencia, y me aseguré de tener a mano la llave. Así es como puedo salir de mis recuerdos cuando lo deseo, y dejarlos allí, mirarlos desde afuera, y jugar a ser la extraña, a reírme de ellos, y divertirme a su costa. Después vuelvo, como uno vuelve siempre a la calidez del hogar, les pido disculpas, y me arropo con ellos. Muchas veces he llegado a preferir a la gente que está allí en la cárcel que a sus originales vivientes en el mundo común a todos. La gente de mi mundo, de mi cárcel, no es como yo quiera, sino como fueron alguna vez, mi mejor recuerdo de ellos.
Pero a pesar de todo esto, que suena a hacer lo que uno quiere, a estado mental de autoconveniencia, tengo que admitir que tengo miedo. Sé que si esta precaria estructura desaparece, si un lobo feroz sopla y se vuela, llegará algo que no podré manejar. En mi mundo todo lo manejo, y no me gusta el mundo por eso. No puedo hacer que la gente me quiera, me acepte, no me engañe. Además, el funcionamiento de mi mundo es poco espontáneo, no así su creación. Es como encerrar personas en un cuarto y ponerles hilos, para transformarlas en marionetas. Y lamento que esta analogía sea tan cierta. Pero no puedo negar que es un mecanismo de defensa.
¿Autoconfundirse es un mecanismo de defensa?
Parece ser que sí. Parece ser que me conformo con no reconocer cuál de las realidades es la real. El mejor escudo de la demencia.

Pena de Muerte

Es muy sencillo tener la voluntad de encerrarse en su propio mundo cuando uno cuenta con la llave de salida al alcance de la mano.
Me voy dando cuenta como las personas como yo se acercan a la demencia, juegan a la demencia, peligrosamente cerca de un precipicio.
¿Qué pasaría si no salgo más de la cárcel de mi propio mundo?
Estaría más allá del ciclo, sin llegar al suicidio. O más bien sería el suicidio de la mente, en algún sentido. Estaría más allá del bien y del mal, más allá de la bestia, de los latidos, y de las voces de las personas reales. No reconocer la realidad también entra en ese grupo. Y si seguimos esta línea de pensamiento, llegamos a la conclusión de que el que “no quiere reconocer la realidad” es un pseudo-encerrado.
El que se encierra en su propio mundo definitivamente pasa a otra realidad, con su propia gente, con sus propias voces, con las conductas que desea recordar, y demás. Todo lo que alguna vez revistió su mundo propio es ahora su realidad; superpuso ambos mundos y los fundió en uno.
Es uno de los finales felices que puede contarnos la demencia.
Mis vaticinios cuentan que ese será mi final.
En definitiva, es de las penas, la que pagamos más barata; solo para nosotros. Uno encuentra que quedó varado, sin salida, en su propio mundo. Después de todo, todas las noches de su vida durmió en su calor, lo construyó con dedicación; debería ser el mejor lugar. Debe uno tener todo al alcance de la mano. Habla con quien quiere, donde quiere, no debe soportar las injurias del mundo común, y hasta puede juntar los personajes y las épocas más remotas en una sola conversación. ¿Qué tal un Carlomagno, en medio de un campo de batalla agotado, hablando sobre mujeres con un Bush que no deja de escribir notas en su celular?
No me asusta la idea de terminar mis días en un remolino de objetos, tiempos y personas que se saludan al pasar. No más caras genéricas, no más habladurías inútiles, no más mundo común.
Igualmente, todo tiene su pequeño precio; todo en la vida lo tiene. No más creación de recuerdos, no más personas nuevas; el fin de la renovación.
Aquí quería llegar. La demencia, con cualquiera de sus caretas, lleva al fin de lo nuevo, de la creación, de la innovación.
Supongo, entonces, que terminaré por aburrirme de la demencia.

Café con los Poetas Muertos

Sentada, o más vale decir desparramada, en una silla simple e incómoda, sintiéndose una diva intelectual, de largo cuello desnudo e incitador, miró su café. Cortado, oscuro, para engañar su potencial úlcera. Tres de azúcar.
Levantó la cabeza y vio a sus poetas muertos.
Lidiar con la mano del muerto, dijeron, no es fácil, y no fue fácil para ninguno, nunca.
“Pero no nieguen que su vida no fue más romántica, más llena de valores, de revoluciones, y de interés”.
“La vida de todo poeta, muerto o vivo, debe ser así. Es la gracia de ser poeta”. Eso dijo Jack.
Se inclinó a pensar, escupiendo vagas palabras poco pensadas, que se abrumaba por la frivolidad, el interés vano, y el cinismo realista tan temido, que veía resplandecer sobre las cabezas de los hombres de su tiempo.
Los poetas muertos no pudieron responder.
Paul se aventuró a decir que, si bien eran más fáciles de enfrentar, los problemas contra los que ella luchaba, eran poco poéticos. Creía también que la gente se estaba secando.
No había una solución. Y ellos esperaban, tal vez, una. Ellos eran sus poetas muertos. Y ella, era incapaz de seguirlos.
Un sorbo más de su café. Los poetas muertos se miraban, divertidos.
Se sintió como en un tribunal. Observada, a prueba.
No podía hacerle frente a esa situación. Ella no podría hacerle frente. Se excusó con esas palabras, como si pesara sobre su cabeza una acusación muda.
Los poetas muertos la miraron con compasión.
Ella irguió la cabeza, con la mirada dura. Tenía la calidad para hacerlo.
“Las palabras no salen. No quieren salir. Son ellas las que se abruman”.
Era una gran declaración.
Charles se sonrió. Tienes la bendición, le dijo. Tiene la bendición, repitió, para el resto de los poetas muertos.
Ella escondió su cara en la taza, fingiendo beber. Ocultando un grado de miedo, esperanzas, alegría y orgullo.
Charles perdió su mirada, y en su trance, comenzó a hablar. De cada rincón oscuro y horrible hemos arrancado palabras bellas, y fuentes y musas. De cada odio, una sonrisa. De cada gota de sangre, una bella letra capital.
Misteriosamente, a los ojos llenos de orgullo de Charles, se sintió indigna.
En un gesto que recordó al cine francés, apretó los ojos, y apartó la mirada. Los poetas muertos se sonrieron, cómplices.
El último poeta muerto entró, para la escena. No somos tus poetas muertos para que seas actriz, dijo, muy fríamente.
No lo entenderías, las palabras se niegan a salir. Hay ideas, y no salen. A las ideas le faltan ideas, y no salen. A veces no hay ideas, y no, no salen. Lo poetas muertos deberían tener una solución. Sus palabras salieron como una recriminación. Se la veía un poco más sacudida, y un tanto suplicante.
Arthur la miró con cariño. O eso se propuso. Hay toda una farsa allí por representar, le dijo, quitándole importancia a la queja que veía aproximarse.
Henry se levantó, habiendo apenas llegado, y molesto, como siempre parecía estar, le espetó que si viviera, no necesitaría escribir. Ninguno, ni los poetas muertos, ni ella, supo cuál de los sentidos de esa frase fue el intencionado.
Los demás malditos observaron en silencio. Ellos entendían.
Los poetas muertos se incomodaron ente su mirada. Ella los miró uno a uno, esperando algo más.
Escribe sobre el amor; escribe sobre los sentimientos; escribe sobre el mundo; escribe sobre la liberad, dijeron los poetas muertos. Ellos no lo comprendían.
Sí comprendían esa huelga de palabras. Ese vacío, esa impotencia.
No comprendían qué la ataba.
Era ella la que se debatía si ellos entendían o no. Ellos estaban muertos y malditos porque podían entenderlo.
Empieza por el final, y escribe sobre la muerte de una mujer hermosa, dijo Edgar.
Los poetas muertos la miraron a ella esta vez.
Todos nos enfrentamos a nuestros fantasmas. Todos tuvimos un mundo horrible, vacío, triste y gris. Pero somos tus poetas muertos. Escribe. Sobre nosotros.
Ella supo lo que tenía que hacer.
Terminó de un sorbo su café, ya frío.
Cuando dejó la taza, los poetas muertos habían desaparecido.

Year of Change

Los cursos de agua se profundizan cuando su caudal puja con fuerza creciente.
La furia de la ciudad aumenta cuando la gente se arroja a la larga carrera por regresar a sus hogares.
La locura aumenta cuando se la alimenta con imaginación y creatividad.

Heme aquí, leyendo mis propias palabras, y hallo una desconocida. Una humorista decadente. Un cinismo aburrido. Vacíos.
Es cierto eso que dicen sobre la vida. Tiene vida propia.
Es cierto eso que dicen sobre la osadía. Es valiente y arrojada.
Es cierto eso que dicen sobre la voluntad. Tiene su propia voluntad.

Estaba mirando al cielo, buscando una estrella, para rogar, o pedir un deseo, o algo así.

Y definitivamente no me decido por qué opción creer. O bien tengo un Dios aparte. O bien hice muchas muchas cosas buenas en mi vida anterior. O bien, la voluntad sabe materializarse.

Todo esto viene a cuento de que yo ya no soy yo. Y este definitivamente es un año de cambios.
Es un año perfecto para decir adios.

Adios a las estructuras.
Adios a las mentiras.
Adios a las conformidades.
Adios a los límites.
Adios a los condicionamientos.

Ahora somos un grupo de tarados, yo y los que habitan en mi mente.
Ahora solo tememos a la muerte, solo porque queremos hacer muchas cosas de este lado antes de pasar al otro.
Ahora solo nos preocuparemos porque no nos violen y nos maten en las calles. Lo demás, tiene una buena excusa para pasar.

Y lo más importante, es lo que aprendimos en los últimos días. El mundo se está convirtiendo en algo horrible, y uno de los motivos por los que pasa eso, es porque no aportamos.
Ahora, me dedico a la belleza, la contemplación, y a no hacer nada que no me plazca. No sé cuánto me va a durar.
Seamos realistas, no se puede vivir solo de eso. Pero vivir, después de todo, se trata de sostener esa idea teniendo cualquier tipo de vida, hasta la más ocupada.

En fin.
Ahora me dedicaré a escribir. Y es todo lo que veran de mí.

Espero les plazca.

Marla


"Morning arrives on an Earth I've never seen before
Revealing a life that I never really understood
Strange, the way beauty can hurt the unopened eye
Much more than all of the filth and pain
That we're soaked in ever could"

En base a un sueño

Me encontré sentada en mi tumba,
la fría piedra, la brisa húmeda; el ambiente muerto.
Estuve allí, desde tu sublime aparición,
que me transportó a tiempos inmemorables,
-el Apocalipsis de tu presencia,
mi mundo irrumpido-
Tus suspiros volaron mis sueños.
El plan de mi propio purgatorio,
para condicionar mi insulsa muerte,
me trajo tus ojos frente a los míos;
el inocente suelo,
las cenizas de lo perdido,
aquello a lo que quedó reducido mi éter,
recobró su luz,
y el verde de la naturaleza que compartíamos.
Te acercaste;
y de tus pasos, volvió a contar el tiempo.
Tiempo bendito,
tiempo maldito.
Tomaste mi mano,
y las tormentas rieron,
con sus roncos, graves vozarrones,
como las tormentas de sensaciones
que solían debatirse en mí.
Me apoyaste en tu pecho,
y encontré mi cuna,
mi cama, y mi verdadero lecho de muerte.
Besaste mis labios,
y me nutrí de ellos,
como si frutos prohibidos;
e hicimos renacer el pecado.
Nuevamente viví.
Recobré el aire, las ilusiones y los sueños.
Y no quise más que decirte...
"¡Puedo vivir!, mas entregándome...
porque mi mundo después del mundo,
no es más que tu infinita imagen.

Es una real pena no encontrar la fecha de este poema, pero la buscaré.

Carta a mi mejor amigo imaginario

Es un regalo que te debo, desde hace muchos, muchos años. Es un honor tenerte conmigo, a pesar de que no debe caerte bien ese desconsiderado nombre.
Hace ya… ¿9 años? que estás conmigo. A veces dudo; son muchos años, y ya me cuesta contarlos. Como suelo recordarme, es como si en mí los multiplicara por 100. No sé que haré a los 40.
9 años conmigo no deben ser fáciles de llevar. Toda la paciencia, toda la cordura, toda la constancia y el temple hacen que seas mi perfecto compañero, y supongo que por eso has sobrevivido. Dejame que te cuente un secreto, sos mi ideal de compañero inseparable. Hay tantas cosas que te querría decir y todas juntas no salen.
Por empezar, ha resultado de largas reflexiones tu aspecto más importante. Con los años hemos madurado, y has sabido mostrarme la traza de lógica hasta en mis actos más estúpidos, y me has enseñado el orgullo en su forma sana. Me mostraste cómo toda mi vida tiene un hilo de conexión con el universo, y hasta tratas de convencerme de que eso es lo que me hace especial. Yo busco algo innato en mí que sea especial, y sos el único que sostiene que existe. Que busco algo que, efectivamente, allí está. Yo sigo sin estar segura de eso. Sos el único que, a pesar de fastidiarte conmigo, de ser tan distinto, tiene, supongo, un motivo para quedarse a mi lado, que al final de las historias no se encuentra lejos, y con su propia miseria aislada. ¿Por qué será?, a veces me pregunto. No importa qué pase, romances, miserias, decepciones, traiciones, depresiones, e incluso cosas buenas, siempre impasible se sienta cerca para que yo hable, sin necesidad de más señas que muestren los pasos a seguir, sin palabras inútiles, sin opiniones absurdas. Con un modo de pensar claro, simplificado, aunque un tanto lacónico y marchito. Ese sos vos; tan así que quisiera gritar y sacudirte, y puedo sonreír, sola en mi cama, cuando pienso en hacerlo y me miras ausente, sabiendo que sería infantil e histérico.
Todo eso, sin considerar que conocés a cada uno de mis conocidos, cada una de mis reacciones, cada lágrima llorada por cada motivo y cada justificación, por más mentirosa que sea, cada hábito, cada una de mis aventuras, y hasta cada incapacidad. Todos los problemas, todas las situaciones, todas las alegrías, todos los festejos mudos, como solo nosotros dos sabemos festejar. Cada juego es mejor, cada charla es mejor, y cada café de todas las mañanas no es mejor compartido. Nunca.
Sé que tu mundo no es fácil de vivir. Estoy tratando de mejorarlo cada día, para que, bueno, los 9 años se multipliquen. No sé por qué salió hoy este tema, que se plantó tan fuerte en mi cabeza como si tuviese la certeza de que tal día es el cumpleaños de tal persona. No sé si estarás de acuerdo en que llame a este día un tipo de aniversario, en el que me permita 1 hora de mi tiempo para cumplir mi promesa de eterno agradecimiento por vivir en mi mundo, desde los tiempos de ese tortuoso pasado, hasta ahora y en el futuro. Y ya mismo puedo ver tu expresión, esa sonrisa mínima, como si fuese a lastimarte la cara, y la despreocupación en tus ojos. Sé que de todos modos podés reírte con ganas, si lo provoco.
En fin, es bueno que saber que estás ahí siempre, y que siempre vas a estar. Es bueno verte reflejado en personas de vez en cuando, cuando salen de sus agujeros. Es bueno saber también que ninguno es exactamente igual a vos. A veces se me ocurre que un día te voy a cruzar en algún lado, seguramente en una perdida callecita diminuta en algún país ajeno, y voy a saber que conseguiste “humanizarte”, aunque eso no signifique nada bueno. Tampoco sé por qué tengo la certeza de que si sucede, sucederá de esa manera. Tal vez porque conozco tus maneras.
Esta carta, entonces, resume muy brevemente, y dejando de lado muchas cosas que se apelotonan en mi cabeza, toda mi gratitud, por ser mío.
Feliz 11 de mayo, si es que eso significa algo.

P.D.: los dos sabemos que, efectivamente, es una fecha en el recuerdo, ahora que lo pienso.

Yo y los Seres Sobrenaturales

Sí, ya sé. Me colgué. Pero no digan nada, vamos a poner una excusa elaborada y semirespetable para los editores y personas grosas que eventualmente deseen perder su tiempo y lleguen a mi blog.

Yo no quería creer en un fenómeno psicológico o semejante que hiciera que a uno se le muerda la creatividad momentaneamente. Pero he comprobado, ya varias veces, que hay ocasiones en las que uno se sienta con el Word abierto, el cursos titilante, y no sale nada. Como si no tuviese dedos. A esa incapacidad, ese estado de semi mogoliquicidad, es al que llamo, como hacen los escritores para excusar su falta de creatividad, bloqueo.

Listas las excusas, prosigamos.

Creo haber dicho que tenía que estudiar Obligaciones, eh? Para todos los retrasados informáticos, aprobé.
Por lo demás, no hay mucho que rescatar de los ultimos tiempo, excepto...

Yo y los Seres Sobrenaturales.

Hoy me senté a esperar el colectivo después de la clase de Cello y me pregunta una mujer: "Pasó ya el 102?", a lo que respondí: "No, yo también espero ese, y aun no pasó". Ella insistió en hacr comentarios al respecto, y hubiese pensado que es uno más de los disconformes con el sistema de transporte, pero no.
Me senté en el cole cuando vino, y se sentó atras mío. Me habló un poco más, sobre la carrera, sobre el Violoncello y sobre Derecho, y después pasó. Tuvo que pasar, porque la gente normal no se para a hablar conmigo. "Por tu personalidad vos seguro que sos de los primeros días de agosto"
Mi cara fue como una máscara de Scream. Qué mierda, pensé. Seguí hablando y sentía como si me hubiese tragado un hilo, y ella estuviese tirando, así que se me estaba saliendo todo lo que tenía adentro. Era una de esas personas mágicas que te impulsan a contarle mil cosas, y que responde cosas excelentes, que te dejan pensando. Estoy completamente segura ahora, después de haberlo discutido repetidas veces, y lo confirmo, señoras y señores, las hadas EXISTEN.
Se bajó del cole y sentí paz interior. Hasta pienso que quiero volver a verla.
Ella no es una persona distinta por fuera. Es una mujer común de 60 años. Pero por dentro, es maestra, instructora de yoga, estudia psicología, y como hobbie, estudia astrología y tira las cartas. Es una mujer maravillosa, María Angélica es su nombre, que en media hora de bondi me enseñó cosas de mi misma que en 20 años no había descubierto.
Lo último que me dijo, y quienes me conozcan van a notar el valor de estas palabras: "Cuando cuentes algo a alguien, aclarale si querés que te presten el oído, o si querés su opinión, porque sé que cuando no la pedís, a vos te molesta."
Casi lloro.

En fin, espero verla de nuevo, mágicamente el lunes, a la misma hora.

Por hoy, no voy a agotar el repertorio. Me voy a mirar la luna con un té caliente a ver si encuentro más rarezas del mundo por ahí...

Recuerden las recomendaciones de siempre, los quiere,

Marla~

¡Caos! Y las luces de la gran ciudad

Es terrible decirlo. Es transformarse un poquito más en un miembro más de la sociedad quejosa que odia siempre las mismas cosas. Pero tengo que decirlo.
Odio la burocracia.

No se alarmen; dejen que les cuente la historia.
Había una vez una pobre chica que estudiaba y estudiaba, todo el día, libros y libros. Claramente, una versión ilusoria de mi. Esta buena mujer se inscribe para rendir en el turno libre de Marzo de la materia que tiene sexo brutal con ella cada vez que intenta rendirla. Y no, no le da alegría.
Llega el radiante día 23, para el examen, y durante dos horas nadie le da respuestas sobre dónde y cuándo tendrá que rendir. A las 5 de la tarde aparece un buen hombre, muy gracioso y terriblemente católico, muy parecido al señor que no para de vomitar en el restaurant, en The Meaning of Life, de Monty Pyton, para decirme que vaya el viernes, porque parece que... no sé, le daba calor tomarme el puto examen. Bueno, un par de días más para estudiar. NO! Anoche me llega un mail sobre la supuesta reestructuración edilicia, sea lo que sea que eso signifique, y que mi mesa, sí, la misma que tiene sexo brutal conmigo, se pasa para el sábado. Sabado en el que toca Maiden!!

Bu
Dejemos de lloriquear...
El sábado toca Maiden. Ya saben lo que dicen, no hay lugar para putos en el metal.
La gran ciudad nos espera esta noche, para realizar nuestras increíbles empresas, con un Mat y una Nerina.

De nuevo en la gran ciudad, tan agresiva, rápida... Hace meses que no piso mi segundo hogar, para poder decir "Estoy en casa". Aunque las cosas en casa estén bastante rayadas.
Le última vez que me volví las cosas eran radicalmente distintas. (No por eso eran peronistas).
Definitivamente, parece como si hiciese años de eso. U otra vida...

Sin más, tengo una entrada para Maiden. Velez nos espera.

Si el Segundo Día Dios creó las aguas, pero ya existían, qué hizo entonces?

Heme aquí, padre, en la segunda edición.
Heme aquí grabando películas de Vincent Price, que recomiendo muchísimo, y viendo por enésima vez en escasos días el dvd de "The Dresden Dolls in Paradise", altamente recomendable también.
Pero no es ese el motivo que me trae aquí hoy. Anoche me quedé con ganas de escribir más cosas que se me ocurrían después, pero no tenía ganas de editar y que todo fuera caos (más). Pero hoy ya me olvidé de todo eso, así que quedará en los anales de la memoria de mi memoria.
[Me parece muy tonto cuando empiezo a reirme sola...]
Y bueno, como no hay noticias, no hay empedimentos en el habla, pero tampoco verborragia, voy a dejar solo una crítica que hace días me hace picar el cerebro:
Iba yo muy tranquila en el colectivo, la otra mañana, con mis auriculares puestos y la música sonando a volúmenes que voluntariamente van a dañarme los tímpanos para quedarme sorda de una vez y salvarme de escuchar las 3.ooo.ooo (3 millones) de pelotudeces que dice la gente por día, pero no es a los que vamos, y veo un cartel. Imagínelo. Una mujer con expresión holliwoodense mal imitada, metiendo bolsas en un auto. Aunque usted no lo crea, un cartel de una película... "Loca por las compras" o "Confessions of a Shopaholic" Vamos... Ya se quedaron sin ideas??? Una película sobre... compras? Además, "Loca por las compras es como... "La sociedad loca"
Sinceramente, el cine cada vez deja más que desear... Cine era el de antes. "Una mujer que quiere escribir para su revista de moda favorita"?!?!? No me entra en la cabeza... Simplemente. No sé si tendré un destino superior, o si hay algo de lo que no me enteré.
Espero no la vayan a ver, por su propia salud interior. Y si la van a ver, me comenten lo mala que es. Después quieren que la gente no sea mogólica...

Bueno, cambiando un poco de tema, porque eso me pone mal, por lo visto ya tenemos el acuerdo del pueblo sobre la gazette, espero que en la prosperidad lo sigan publicitando. Sería mucho más interesante ver un cartel promocionando mi blog, lleno de cosas realmente... Eh... Bueno, es preferible antes que ver un cartel de "Loca por las compras"

Espero sus comentarios, tal vez con sugerencias sobre la crueldad del mundo, las peliculas malas, y el trabajo que Dios no hizo pero sí hizo por nosotros.

Hasta el próximo año a aquellos que salieron de los placares para festejar el día en que falló una herramienta constitucional en Argentina, esperamos no verlos el año que viene.
A quienes les llegó el Psichodemental Scriptum P.S. sean malhablados y contesten, ¡aforensen!
No se olviden de Cabezas (nos acordamos solo porque en el día del hippie uno se acuerda de esas cosas)
No tomen pepas, te dejan los huevos raros.

Marla~

P.S.: Los que no tengan cuenta de nada pueden comentar igual. No tienen excusas.

Querida! Me pegué un huevo con silicona!

Hoy me dijeron que mi locura era simpática; realmente, no sé si eso es bueno... Y decidí hacer un experimento.

En Washigton DC, un hombre se pone a tocar el violín en medio de la estación del metro. Recibe la atención de algunos niños y solo recauda U$S32. Es uno de los mejores violinistas del mundo, de incognito, tocando las obras más complejas, con un violín de 3.5 millones de dólares. 2 días después, llena el teatro de Boston, con entradas carísimas.
Conclusión? La gente no presta atención al mundo. Todo lo que quieran sobre la belleza, el interés y la ignorancia. Otro día.

Vamos a ver cuánta gente se horroriza al ver mi Asylum Gazette, para experimentar, si lo lee:
1. mucha gente interesada en personas desvariantes,
2. si la gente es muy susceptible,
3. me olvidé qué iba acá (pero voy a improvisar),
4. si soy tan cruel como yo creo,
5. si es cierto que mi locura es simpática (y por lo tanto inofensiva, y por lo tanto a todos les va a interesar)
Es más que obvio que es mi propio blog y yo voy a ganar...

En fin. En algún lado tengo que descargar un montón de pensamientos que solo ocupan lugar en una cabezota.

Por ahora, solo me dedicaré a darles la bienvenida al Asylum Gazette, espero que los temas sean de vuestro interés, ya que lo son del mío.

Sugerencias, dudas, aportes, son bienvenidos. Críticas, guardenselas y mueran de bronca.

Los quiere (o no),

Marla

http://www.egodialogues.com/general/violinist-in-metro.php