Preguntas

Siempre he dicho, aceptado la ingenuidad en mi. Es en esa misma ingenuidad en la que me permito sorprenderme hoy. Encuentro este fragmento, escrito para un ser que yo vi desesperado, confundido, sórdido y rodeado de un desazón conflictivo curioso que me llamó terriblemente la atención. Siempre la misma en mi; atenta a esas singularidades de la vida, a esas almas distinguidas. Pero lo que me permite hoy sentirme asombrada e ingenua, es el haberlo releído, haberme hundido en las palabras y haber encontrado a nuevas personas en él. Haber encontrado nuevos ojos allí, y el oscuro recuerdo de nuevas y pasadas situaciones. Me permite sacar conclusiones. Mi asombro por las almas atormentadas es siempre el mismo; puedo pararme un paso por detras y ver los ciclos pasar, como espectadora de mi propia vida. En mi ingenuidad, puedo creer que nadie es responsable de todo esto. En mi ingenuidad, estoy evolucionando.

Preguntas

Preguntas… Y vuelves a preguntar… Y no entiendes, y piensas, y miras; piensas de nuevo. Me miras.

Sé que estás encerrado en una cárcel, que no puedes salir. Que tus dedos sangran mientras tratas de tocarme, mientras estoy fuera de tu alcance. Sé que te duelen los brazos de golpear una y otra vez la delgada capa que nos separa. En vano… No va a romperse.

Puedo ver tus lágrimas, débiles, pero notorias para mí. Aun así, guardas tu imagen para que no advierta tu flaqueza. Tus labios se mueven, dándome una respuesta, aunque sabes que no puedo oírte. Y surge la ira en tus ojos. Esa furia producto de la vulnerabilidad, de la desesperación, de la falta de respuestas.

Duele verte así…

Sé que en mí no conseguirás ni respuestas ni consuelo, aunque es todo lo que quisiera darte. No me agrada la idea de no poder curarte. Solo estoy aquí, con un montón de tontos pensamientos, y todo mi repertorio de tontas palabras sin sentido, que de todos modos no conseguirán expresar lo que quiero, ni conseguirán ser oídas.

Sé que ves a través de mí lo que otros no ven. Sé que no ves mi altanería, y mi desagrado por la hipocresía de mi situación. Conoces mis heridas y eso me vuelve más vulnerable. Y sabes que odio eso. Sé que odias verme así, y que sufres por verme esforzarme por ocultarlo.

~

Pregunto… Y vuelvo a preguntar… Y no entiendo, y pienso, y miro; pienso de nuevo. Te miro.

Estás tan sola… Un orgullo y un carácter cómo el tuyo, doblegados; no produce satisfacción sino dolor al espectador, casi como un pequeño animal herido.

Te veo débil. Tus pequeños brazos están cansados de golpear y de desgarrar tu cárcel. No te equivocas, también quiero llegar tocarte, y también trato en vano de hacer pedazos lo que nos separa. Lo sé, a pesar de que ni una sola palabra ha salido de nuestros labios.

Trato de hablarte, aunque sé que no me escuchas. No estás sola, es solo eso lo que digo. Quiero que lo sepas, y verlo reflejado en tus ojos.

Sé que no quieres verme con los ojos encendidos, con malos pensamientos… solo quiero abrazarte. Es el vacío que te envuelve, que me envuelve, que no puede reemplazarse. Y se refleja en el odio que produce mi incapacidad de actuar.

Veo tus lágrimas, abriendo surcos en tus lindas mejillas. Has perdido el color, la sonrisa, el brillo, para yacer casi como un cadáver, sin poder moverte. Tus ojos están hundidos, cansados de llorar y suplicar, pero mantienen la fuerte convicción reflejada en ellos, y toda tu entereza. Una dignidad inquebrantable, que me mira, apiadándose de mí.

Sé que crees que quien está encerrado soy yo…

No puedo contradecirte.