Carta nº 46

Marzo 2011

Es un juego eterno. Tiramos un dado, avanzamos un casillero; tiramos un dado, retrocedemos dos. Cada cierta cantidad de jugadas, caemos en el mismo casillero. El mundo, fuera de esa burbuja, se despedaza.
Una mirada atraviesa el espacio, ignorando luz, movimiento, objetos, gente. Una mirada que atraviesa el caos circundante para dar con tus ojos. Porque no hay más; en ese casillero solo estamos nosotros.
A veces creo no entender cómo hacés para sentirlo, pero se me demuestra que lo sabés, igual que yo. Y es por eso que después de un mes de haberte creído erradicado de mi mente, lo invadís todo, como una plaga que no bien toca la superficie se expande a gran velocidad. Llegaste tan profundo, hasta mi sueño, otra vez.
Y ahí te quedas, obstinadamente sonriente, espantapájaros sin cerebro.

Tesoro

"Circulan miles de historias sobre un tesoro, durante muchos años codiciado por hombres de poder. Muchos caza-recompensas, muchos hombres de valor se han perdido en su búsqueda.
Yo, Jeremiah el sabio, lo encontré.
Al momento en que escribo esta carta, tengo ya más de ochenta años. Empecé mi búsqueda cuando era un pequeño, con la fantasía de convertirme en un gran hombre. Ya no sé qué llenaba mi mundo antes de ello.
No puedo explicar la emoción que sentí cuando finalmente lo hallé, aunque supongo que si tú, lector, tienes en las manos esta carta, habrás sentido lo mismo.
Sería un placer hermoso poder ver tu rostro cuando lo veas"

El tesoro resalta en la habitación. Es un hermoso baúl de madera, con refuerzos en oro, y decorado con los más hermosos labrados y las piedras más brillantes. Descansa sobre un pedestal decorado en sus cuatro lados por escenas, de las que no se termina de entender la representación.
Al abrirlo, se sorprende uno de ver su contenido. Hay varios papeles, que al observarlos en detalle se descubren como cartas, dibujos, retratos. Hay varios más pequeños; boletos de viaje, entradas a espectáculos, y pequeñas publicidades. Un mazo de cartas, dados, una foto. Algunos amuletos extraños, y un reloj. Pequeñas estatuillas en escala, de diferentes monumentos, de distintas personas. Unos libros, unos discos. Dos anillos y un colgante, que, aunque parecen de oro y plata, no son mucho más valiosos de lo que puede ser cualquier otro que tengamos. También había un espejo.
Solo eso se halló en el baúl. Y en el fondo, otra carta.

"Viajero, te habla de nuevo Jeremiah el sabio. Este es el preciado tesoro que muchos hombres han codiciado. Era de una persona cuyo mayor deseo, era conservar su memoria, los recuerdos de su felicidad.
Yo pasé mi vida buscando los recuerdos de alguien más, y descuidé los míos."


Agosto 2010

The Madman

(Ya no lamemos las heridas.)

Soy un fantasma.
Mil cien días que se arrastran.
Un ser marchito
que una mujer desvaneció.

Soy una tumba.
Un silencio, un momento.
Un mirada fija y lágrimas que se evitan.
Un último adiós.

Soy un fugitivo.
Un ojo ciego, un rastro de polvo.
El predador de las bestias.
El que quita la corona al león.

Soy un asesino.
Un solitario que vive de prestado.
Una máquina de precisión.
Y el cigarro en la esquina de la sucia ciudad.

Soy un olvidado.
Un café frío entre papeles.
El libro más largo del mundo.
Y el único que esas tres niñas pueden ver.