Ensueño

No tengo casi nada que decir al respecto. Habla mucho por sí solo.

Ensueño

Desperté en la tibieza. Envuelta en la suavidad de la mañana, en la penumbra arrulladora.
Sentí el aliento pausado de su respiración en mi pecho, y su pelo sobre mi hombro y mi brazo.
Dormía profundamente, mientras su mente vagaba por algún lejano mundo de ensueños, sin perturbarlo como lo perturbaban las contrariedades de la realidad. Era el príncipe de algún mundo invisible, donde era feliz, y donde se hallaba en su hogar; por eso era bello mientras dormía.
Sus brazos me rodeaban sin fuerza, y sus pies suaves se rozaban con los míos, y todo era calma.
Estaba como rendido, pero no derrotado. Estaba en paz.
Era una visión hermosa la de su pelo revuelto con gracia, su ceño relajado, y los labios apenas entreabiertos, como cuando cantaba en susurros.
Sus cejas, un arco magnífico. Su nariz serpentina. Las pestañas oscuras, contra sus párpados pálidos.
Acaricié su desnudes, entre su cintura y su brazo; la piel lisa corría suave contra mis dedos. Seguí la línea de su brazo sobre mí, hasta su hombro relajado ahora, sin pesos que cargar.
Su delicioso cuello, en el cuál me había perdido durante horas antes de dormir. La silueta dura de su mandíbula, tan bien esculpida, tan seductora.
Peiné con los dedos un mechón de pelo detrás de su oreja. Dibujé con una leve caricia sus cejas, y el perfil de su nariz. Rocé sus labios, que me habían besado hasta el amanecer.
Estando tan cerca podía sentir incluso los latidos de su corazón, contra mis costillas. Tan cálido, tan vivo. Tan real.
Abrió los ojos, mientras lo observaba, y sonrió levemente. Nada en el mundo podía perturbarme. Ningún dolor podía ya tapar lo que despertaba esa pequeña y aniñada sonrisa somnolienta.
Se acomodó apenas, abrazándome, y me besó el hombro, antes de quedarse con sus ojos clavados en los míos. Esos ojos que me hechizaban aun más que el resto de sus detalles.
Lo único que quise en el mundo, fue ponerle pausa al tiempo. Quedarme eternamente en la quietud, nadando en esa mirada.
Cerró sus ojos nuevamente y se deslizó al mundo donde reinaba y era feliz. Acaricié lentamente su pelo, mientras trataba de ignorar la lágrima que caía por mi mejilla. No era de tristeza. Era la lágrima que uno derrama cuando regresa a su hogar.
Besé su frente, y se sonrió sin abrir los ojos.
Cerré mis ojos también, sintiéndome satisfecha, llena de dicha.
No había vicisitudes que llenaran de miedo mi sueño.
No había melancolía.

Desperté en la cama vacía. La oscuridad fría lo llenaba todo, y el silencio alrededor me golpeó. Mis ojos vacíos se pasearon por la cama.
No había consuelo.

3 comentarios:

  1. es simplemente hermoso, te felicito gordona
    ne

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  2. Muy bueno, demasiado real y posible, lo que lo hace peligrosamente cautivante :)

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  3. una visión con ganas de suceder...

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