Su piel

¿Su piel? Su piel fue un tesoro. Suave, tierna, cálida. Cada una de sus imperfecciones era una sorpresa exquisita para mis dedos. El roce etereo que me hacía estremecer. Y luego, el aire infinito. El vacío. Muchos brazos se extienden, muchos hombros, pechos, se prestan, valientes, austeros y generosos; y están impedidos. Mi piel se fue con la suya, enamorada eterna, fundida. Y a los demás los vemos, los oímos, los olemos, los gustamos, los sentimos. Y si ya no puedo sentir, ¿para qué oler? Si ya no puedo sentir, ¿para qué gustar? El resto se transformó en meras máquinas orgánicas impersonales. ¿Qué hacer sin piel?, ¿Dónde está el resguardo?. ¿Por siempre vulnerable rondaré? Mil pieles que no puedo tocar, que no puedo sentir; cederá tu maldición o vagaré insensible.

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