Carta a mi mejor amigo imaginario

Es un regalo que te debo, desde hace muchos, muchos años. Es un honor tenerte conmigo, a pesar de que no debe caerte bien ese desconsiderado nombre.
Hace ya… ¿9 años? que estás conmigo. A veces dudo; son muchos años, y ya me cuesta contarlos. Como suelo recordarme, es como si en mí los multiplicara por 100. No sé que haré a los 40.
9 años conmigo no deben ser fáciles de llevar. Toda la paciencia, toda la cordura, toda la constancia y el temple hacen que seas mi perfecto compañero, y supongo que por eso has sobrevivido. Dejame que te cuente un secreto, sos mi ideal de compañero inseparable. Hay tantas cosas que te querría decir y todas juntas no salen.
Por empezar, ha resultado de largas reflexiones tu aspecto más importante. Con los años hemos madurado, y has sabido mostrarme la traza de lógica hasta en mis actos más estúpidos, y me has enseñado el orgullo en su forma sana. Me mostraste cómo toda mi vida tiene un hilo de conexión con el universo, y hasta tratas de convencerme de que eso es lo que me hace especial. Yo busco algo innato en mí que sea especial, y sos el único que sostiene que existe. Que busco algo que, efectivamente, allí está. Yo sigo sin estar segura de eso. Sos el único que, a pesar de fastidiarte conmigo, de ser tan distinto, tiene, supongo, un motivo para quedarse a mi lado, que al final de las historias no se encuentra lejos, y con su propia miseria aislada. ¿Por qué será?, a veces me pregunto. No importa qué pase, romances, miserias, decepciones, traiciones, depresiones, e incluso cosas buenas, siempre impasible se sienta cerca para que yo hable, sin necesidad de más señas que muestren los pasos a seguir, sin palabras inútiles, sin opiniones absurdas. Con un modo de pensar claro, simplificado, aunque un tanto lacónico y marchito. Ese sos vos; tan así que quisiera gritar y sacudirte, y puedo sonreír, sola en mi cama, cuando pienso en hacerlo y me miras ausente, sabiendo que sería infantil e histérico.
Todo eso, sin considerar que conocés a cada uno de mis conocidos, cada una de mis reacciones, cada lágrima llorada por cada motivo y cada justificación, por más mentirosa que sea, cada hábito, cada una de mis aventuras, y hasta cada incapacidad. Todos los problemas, todas las situaciones, todas las alegrías, todos los festejos mudos, como solo nosotros dos sabemos festejar. Cada juego es mejor, cada charla es mejor, y cada café de todas las mañanas no es mejor compartido. Nunca.
Sé que tu mundo no es fácil de vivir. Estoy tratando de mejorarlo cada día, para que, bueno, los 9 años se multipliquen. No sé por qué salió hoy este tema, que se plantó tan fuerte en mi cabeza como si tuviese la certeza de que tal día es el cumpleaños de tal persona. No sé si estarás de acuerdo en que llame a este día un tipo de aniversario, en el que me permita 1 hora de mi tiempo para cumplir mi promesa de eterno agradecimiento por vivir en mi mundo, desde los tiempos de ese tortuoso pasado, hasta ahora y en el futuro. Y ya mismo puedo ver tu expresión, esa sonrisa mínima, como si fuese a lastimarte la cara, y la despreocupación en tus ojos. Sé que de todos modos podés reírte con ganas, si lo provoco.
En fin, es bueno que saber que estás ahí siempre, y que siempre vas a estar. Es bueno verte reflejado en personas de vez en cuando, cuando salen de sus agujeros. Es bueno saber también que ninguno es exactamente igual a vos. A veces se me ocurre que un día te voy a cruzar en algún lado, seguramente en una perdida callecita diminuta en algún país ajeno, y voy a saber que conseguiste “humanizarte”, aunque eso no signifique nada bueno. Tampoco sé por qué tengo la certeza de que si sucede, sucederá de esa manera. Tal vez porque conozco tus maneras.
Esta carta, entonces, resume muy brevemente, y dejando de lado muchas cosas que se apelotonan en mi cabeza, toda mi gratitud, por ser mío.
Feliz 11 de mayo, si es que eso significa algo.

P.D.: los dos sabemos que, efectivamente, es una fecha en el recuerdo, ahora que lo pienso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario