Agitación

Comienza como una vaga agitación. Y pensamientos que se agolpan. Imágenes; son las peores. Son los peores porque la nitidez y la claridad mental hacen que se vean casi reales.
Mensajes, pensamientos perdidos, posibles conclusiones, que trato de unir a hechos, que trato de conectar y establecer como partes de una advertencia, como tratando de arrancarlos mientras se aferran para permanecer en el inconciente.
Y el más claro de esos mensajes, es llamativo, es peculiar, es extraño.
Me dice que no piense.
Que no mire consecuencias, ideas, imágenes.
Me pide que mate mi esencia.
Mi esencia, que no deja de aparecer en cada cadena de pensamientos que me digno a seguir. Una y otra vez poniéndose en duda, en tela de juicio; una y otra vez trayendo otra vez y una más la agitación inicial. Esta vez la agitación se traduce en angustia, en esa incertidumbre. Asesina. Esa incertidumbre pasa a ansiedad, y eso se extrema, tal vez hasta la abstinencia. La abstinencia por hacer funcionar el aparato de mi mente hasta su máxima expresión, y poder salirme del cuerpo y ser idea. Y mientras tanto, nuevamente la agitación, y angustia, incertidumbre, ansiedad, abstinencia; como un animal encerrado.
Miro las paredes, miro los relojes, miro los objetos, nada me dice nada. Afuera, hay piletas de sol en el pasto, a través de los árboles, pero solo logran aumentar algo que ya roza la desesperación.
Y llega la amarga risa del cinismo. Todo se tiñe de la negatividad usual. Todo queda en el desasosiego. Por un momento quedo vacía, de un vacío agrio; pero mi desazón tiene poca profundidad, y el tumulto de ideas y sentimientos rebalsa, lo abandona, me abandona solo por un segundo, y vuelve como si nada. Agitación, angustia, ya saben el resto.
La mente, la abstinencia me está matando el cuerpo. Y recuerdo el mensaje: “No pensar, no pensar, no pensar”, y lo repito como una fórmula mágica. Pero no. No se puede.
Y en cuanto niego la imposibilidad de pensar perdida en colores y formas, los pensamientos se vuelven claros, como si se abriera una enorme puerta y entraran en tropel desde vaya uno a saber dónde.
¿De dónde saliste?
¿Por qué, cómo, dónde?... ¿Quién sos?
No quiero resignar y comenzar la cura a esto. Mi cuerpo aun aguanta. Pero, ¡la agitación! El factor clave. Solo desaparece con unas cuantas horas de eso que entregas.
Casi me siento una adicta; perdí ese control; o no quiero tenerlo…
No sé. ¿Quién sos?
Sí. Vos.

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